lunes, 22 de noviembre de 2010

La crítica de la semana

Hoy quiero hablaros de la navidad, ese periodo final del año en el que hay mucha alegría, muchísimo frío, regalos (con sus correspondientes gastos), todo provocado por el sentimiento navideño, algo incoherente pero que da muchísimos beneficios a la población, ya que sube mucho el consumo, algo que comentaré ahora, la solidaridad con los pobres, etc. Y no  tan beneficios, como el aumento de la estupidez humana, que también comentaré; y de cómo lo sentía yo de pequeño y el chasco que me llevé más adelante.
Para los niños, la navidad es el mejor periodo del año, o al menos para la mayoría, ya que se concentran los Reyes Magos y Papa Noel, en Europa y América respectivamente, y para los niños con suerte, tienen los dos, aunque suele pasar que uno de ellos tenga regalos menores que el otro, ya que hay crisis, y más en España. Además, ésto coincide con las vacaciones de navidad, por lo que encima tienen tiempo de probar los juegos o juguetes que les dan, en secreto, sus padres. Esta parte, preferida por todos, niños y adultos, menos para los que suelen pagar; es la mejor, pero también es la más absurda, ya que no tiene sentido que un día, te despiertes y tengas regalos debajo de un árbol de plástico cutre que tardas 2 horas para montarlo y luego solo sirve para adornar, y en determinados meses. Cuando yo de pequeño recibía los regalos, era mi momento favorito y también el peor, ya que mis padres tenían que molestarme cada minuto con vídeos y fotos mientras que yo podía haber seguido jugando con mi regalo preferido, en vez de sonreír siempre, aunque luego salga mal en todas, ya que no soy fotogénico.
Otra cosa que odiaba, y odio son las cabalgatas de reyes magos, en la que tres señores mayores con mucho tiempo libre (y mucha mala leche) hacen de reyes magos y les acompañan más carrozas con simbología  que no tiene ningún sentido con la cabalgata, y todos ellos, tiran caramelos. Vayamos al tema de los caramelos:
Yo suelo ir todos los años a la cabalgata de Vicálvaro, y a la de Ciudad Lineal, la primera porque está muy bien y me pilla muy cerca, y la segunda, porque mis primos viven al lado, y tampoco está nada mal. Lo  único que odio en la cabalgata de Vicálvaro es al Rey Baltasar. De pequeño siempre me ha encantado el Rey Baltasar, poniéndolo por encima de los demás Reyes Magos, pero éste en concreto, tiene muchísimas bolsas de caramelos, y todos los que están cerca salen escaldados, imaginaros el resto.Solo os digo que él tira los caramelos a puñados y apuntando a la cara.
Dando este tema por finalizado, hablaré del consumo en las navidades.Las navidades tienen tanta magia que hacen que uno se olvide de inmediato la crisis grave que tenemos para comprarle algo a los/las niños/as, o para hacer que sepamos que quiere algo, como un amigo mío que, al ver que se acercaba su cumpleaños,  y pasábamos por una tienda de ropa, nos señaló unas zapatillas y dijo: ¡Que guapas están esas zapatillas! Por cierto, yo tengo un 43.
Además, solemos comer en sitios más caros a los habituales, porque se supone que estamos en celebración, pero lo que no puede responder nadie es qué celebramos. Para reafirmar mi teoría, como los centros comerciales y algunas marcas saben que consumimos mucho más, en verano ya empiezan a decir que ya llega la navidad, como el sorteo de la lotería de navidad o recientes promociones del Corte Inglés, Eroski, y paro de decir marcas porque no me pagan por decirlas.
En definitiva, las navidades es un periodo del año muy absurdo, pero estaríamos muy mal (psicológicamente, aunque no monetariamente) si no lo tuviéramos. Y siguiendo el criterio de los comercios, adelanto mi felicitación a todos. FELIZ NAVIDAD.

1 comentario:

  1. Me encanta el cartel. A mí me da igual lo que se celebre, pero son unas fiestas tan divertidas que sirven para reunirme con toda mi familia, con mis amigos, con la gente que quiero, comprar regalos y recibirlos. Me da igual si es por Jesús o por Buda, es una etapa de felicidad absoluta para mí, sin parar a pensarme en su significado.

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